Tu coche es un cajero automático de 12.000 euros. Y tú, de brazos cruzados...
Años mirando la autonomía, y la fiesta de verdad era enchufarlo al revés para que te pagara las facturas.
Miro por la ventana y ahí está: mi coche eléctrico, acumulando polvo el 95% del tiempo. Un bicho tecnológico sufriendo de un caso agudo de electro-pereza mientras yo me mato a currar para pagar su letra.
Compramos un electrodoméstico con ruedas, un gasto con ínfulas. Pero resulta que esta máquina, en vez de chupar, puede soplar.
¿No sería glorioso que, por una vez, el coche trabajara para ti y no al revés?
Vamos a ponerle números a esta locura. Dicen los listos de BloombergNEF que en 2030 habrá 39 millones de estos trastos eléctricos circulando. Un tsunami de baterías con ruedas, aparcadas.
La Agencia Internacional de la Energía (la IEA, para los amigos) calcula que solo los coches de China podrían soltar 10 GW a la red. Eso es la potencia de diez malditos reactores nucleares, pero sin funcionarios grises ni protestas.
Un dineral en baterías durmiendo el sueño de los justos. ¿De verdad somos tan tontos de no aprovecharlo?
La idea se llama Vehicle-to-Grid (V2G) y es más simple que el mecanismo de un botijo. En vez de solo cargar, tu coche puede devolver el zumo a la red cuando a todo el mundo le da por poner la lavadora a la vez.
En Reino Unido, unos pioneros ya se llevaron hasta 840 libras al año limpitas con el piloto Powerloop. Y en las antípodas, un australiano se metió 1.000 euros en el bolsillo, con un potencial que dicen podría llegar a 12.000 al año. Doce mil.
Es como tener a Messi en el banquillo y sacarlo solo para que te ate los cordones. ¿Cuánto más vamos a esperar para ponerlo a jugar?
Y no, no es un delirio de cuatro makers en un garaje. Los de arriba, los que visten de traje, por fin se han enterado.
La UE ya está moviendo papeles para que los cargadores nuevos hablen en dos direcciones, y su reglamento AFIR ya fija potencias mínimas. Es la señal del árbitro diciendo que el partido va a empezar.
Al otro lado del charco, gigantes como PG&E en California pagan a los autobuses del cole para que estabilicen la red. Si funciona para un bus amarillo, ¿por qué no para tu compacto eléctrico?
Vale, si es la gallina de los huevos de oro, ¿dónde está el truco? Porque siempre hay un truco. O tres.
El primero es el canguelo por la batería. "¿Se me va a romper el juguete?". Los datos dicen que, con una gestión decente, el impacto es mínimo. Pero claro, es tu batería, tu dinero, tu paranoia.
Luego está el lío de las tarifas. Necesitamos algo más simple que el contrato del móvil. Enchufar y que la magia (y los euros) ocurra sola. Y por último, que todos los fabricantes se pongan de acuerdo en los estándares, que ya va siendo hora.
Superar el miedo es más difícil que el reto técnico. ¿O es que nos gusta sufrir?
Ángel García
Barista-en-jefe de LitioLatte · Tu información sobre kilovatios con cafeína